Es un síntoma común durante el tratamiento oncológico. Se caracteriza por las deposiciones poco frecuentes (inferior a tres veces por semana) o la dificultad para evacuar, lo que se manifiesta durante varias semanas o más. Las causas más frecuentes son los cambios en la dieta, como la disminución de la ingesta de líquidos y/o alimentos ricos en fibra, la disminución o la falta de ejercicio físico y el suministro de determinados fármacos propios del tratamiento. Todo ello puede disminuir los movimientos intestinales, favoreciendo que las heces no absorban agua y se vuelvan secas y duras. La evacuación se dificultará y podrá ir acompañada de dolor y molestias.
Si no hay náuseas, se puede añadir una cucharada de aceite de oliva virgen al agua y seguidamente una pieza de fruta, como un kiwi o una naranja.
A diario, y si es posible a la misma hora, es recomendable sentarse en el váter, aunque en un primer momento no se hagan deposiciones.
Aumentar el consumo de fruta fresca y verduras (preferiblemente crudas), legumbres, cereales y derivados integrales, setas, frutos secos y semillas. Si se elaboran cremas, purés, zumos o batidos, no colar las preparaciones con el fin de no eliminar la fibra.
Sobre todo, para una buena salud de la microbiota, es fundamental incluir fuentes de fibra prebiótica, un tipo de fibra que alimenta a determinadas bacterias. Estas, a cambio, producen componentes beneficiosos para la salud que nos ayudan a regular el tránsito intestinal. Entre algunos de los alimentos que contienen este tipo de fibra encontramos:
Alimentos para picar entre horas |
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Como el membrillo, el plátano, el arroz blanco, el pan tostado, la manzana cocida o la compota.
A excepción de aquellos casos en que el tratamiento se haya visto acompañado de un aumento de peso.
Caminar cada día entre 20 y 30 minutos como mínimo. Si no es posible, movilizar el intestino con pequeños masajes rotativos en el abdomen en el sentido de las agujas del reloj.