Pérdida del apetito

La pérdida del apetito, también llamada anorexia, es uno de los síntomas más habituales durante el tratamiento oncológico. Puede aparecer en cualquier momento del tratamiento o de la enfermedad. Es importante prestar especial atención si se prolonga en el tiempo porque puede condicionar el estado nutricional del paciente.

¿QUÉ TE RECOMENDAMOS?

Aprovechar el momento del día con más apetito para incluir los alimentos más energéticos y nutritivos.

Aunque no se tenga apetito es relevante pensar en la necesidad de comer. No es tan importante la cantidad que se come en una sola toma, sino lo que se consigue acumular al final del día, y para ello es importante plantear pequeños objetivos que se puedan cumplir a lo largo del día.

Asegurar siempre, en el almuerzo y la cena, la presencia de verduras (crudas o cocidas), farináceos (tubérculos, cereales, legumbres) y alimentos proteicos (carne, pescado y huevos u otros alimentos ricos en proteínas como las legumbres). Una manera de asegurarlo es siguiendo el patrón del método del plato. aunque sea en pequeñas cantidades, pudiendo utilizar un plato de postre de base.

Son aquellas que en muy poco volumen incluyen una gran cantidad de energía y nutrientes.

  • Se pueden tener preparadas croquetas de pollo o bacalao; o empanadas (de carne, atún, huevo, queso, etc.), que se pueden tener congeladas y freír o calentar al momento; patés nutritivos para untar unas tostadas o sándwiches; cremas y sopas energéticas, que se pueden conservar en la nevera y comer directamente (frías o calientes), y finalmente preparaciones dulces, como postres, o para comer entre horas, como flanes, púdines o yogures tipo griego y yogures ricos en proteínas.
  • También se pueden enriquecer los platos para aumentar su densidad nutricional con alimentos de elevado contenido energético y/o proteico:
    • Sopas y purés: añadir queso rallado, leche en polvo, huevo duro, dados de jamón serrano, pollo o pescado.
    • Ensaladas, pastas, arroces verduras y otros platos: enriquecerlos con quesos, mayonesa, atún, claras de huevo, fruta fresca, dados de jamón serrano…
    • Leche: leche en polvo, cacao, miel.
    • Yogur: añadirle fruta fresca, fruta en almíbar, frutos secos, miel, cereales de desayuno, mermelada.

Accesibles para ir picando; si se dejan en el campo visual, puede que se consuman con más frecuencia: uva, plátano, mandarinas, cerezas, fresas, un bol de palomitas o una bolsa de palitos (blancos, integrales o con semillas), unas galletas, frutos secos (nueces, avellanas, almendras, piñones, pistachos, anacardos…) o fruta desecada (orejones, ciruelas, pasas, plátano, coco). También, tener en la nevera yogures ricos en proteínas (enteros o desnatados según recomendación).

Servir la comida en platos grandes dará la sensación de que hay menor cantidad de comida, y esto puede facilitar la ingesta. Cuidar la presentación con variedad de colores, texturas y olores también ayudará a mejorar su aceptación.

Procurar que la comida no desprenda olores ni sabores fuertes.

Tener preparados algunos platos para evitar cocinar cada día.

Puede ayudar a estimular el apetito.

Para evitar sabores no deseados que se puedan relacionar posteriormente con determinadas comidas.